En
una pequeña y ruidosa “cápsula” que por el mar se desliza lento llegué al
municipio de Regla, al este de La Habana. Atrás quedaba la gran urbe, y solo
sus siluetas, bañadas por el humo y el sol del atardecer, confirmaban que
habíamos cruzado la bahía en apenas unos cinco minutos.
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